Después de promulgar la Constitución Política Mexicana de 1917, Carranza convocó a elecciones
federales y se convirtió en presidente de la nación de acuerdo con sus aspiraciones expresadas en el
Plan de Guadalupe. Carranza fue el primer presidente que ejerció la Constitución de 1917, y a él correspondió experimentar sus límites y alcances, sus aciertos y contradicciones. Había grandes retos y
dificultades que tocó enfrentar al régimen de Carranza; entre otras, la tarea de interpretar y poner en
vigor las normas constitucionales y encarrilar así el rumbo de la nación. Entre los retos que debió
enfrentar, estaba disciplinar y mantener en orden a los jefes militares que reclamaban recompensas
económicas y políticas, pero que no siempre estaban dispuestos a respetar la ley recién fundada.
También era necesario ofrecer alternativas posrevolucionarias al grueso de las tropas y someter levantamientos que aún no cesaban, como la lucha zapatista y villista. Y, por supuesto, costaba más
trabajo enfrentar fuerzas contrarrevolucionarias, muchas de ellas regionales, otras vinculadas a intereses estadounidenses, en la zona petrolera del golfo, en las fincas de terratenientes en Chiapas,
Oaxaca y Yucatán. Gran parte del presupuesto nacional estaba comprometido en deudas e indemnizaciones a inversionistas y milicias, pero también en nuevos gastos para combatir a grupos armados
en pie de lucha.
La necesidad del Estado mexicano por obtener un reconocimiento internacional estaba vinculada
tanto con la estabilidad social como con los nexos económicos y financieros que México requería para
reactivar su actividad productiva. Pero en el panorama internacional de la Primera Guerra Mundial, las
presiones políticas y militares de potencias como Estados Unidos o Alemania, dificultaban más el reconocimiento de la soberanía nacional. En este sentido fueron importantes las actitudes del presidente
Woodrow Wilson ante la legitimidad del gobierno carrancista, lo que influyó en la negativa de México
para aceptar una alianza con el gobierno alemán, según lo estipulaban las propuestas del conocido “telegrama Zimermanrí! Carranza sostuvo la postura de neutralidad en un conflicto entre países cuyos
intereses eran ajenos a México. Aunque las presiones de Estados Unidos sobre la República Mexicana
giraban también en otro sentido, los intereses petroleros de compañías estadounidenses, amenazados
por la aplicación del artículo 27 0 constitucional.
En 1920 se agudizó la rivalidad político-militar entre caudillos. La disputa por la sucesión presidencial entre Carranza y los generales sonorenses, con los que anteriormente había sostenido fuertes alianzas, se suscitó cuando Alvaro Obregón se levantó en armas, apoyado por Plutarco Elias Calles y Adolfo
de la Huerta, en un pasaje que se conoce, en la historia del gobierno de Carranza, como Plan de Agua
Prieta; el cual tuvo un desenlace funesto y sangriento. Carranza no pudo sostener su gobierno y murió
emboscado en el poblado de Tlaxcaltongo, Puebla, cuando todavía era presidente de la nación, mientras
huía rumbo a Veracruz. De este modo, la aplicación de su modelo constitucionalista tuvo como epílogo
la ruptura del orden, al que tanto había defendido con el Plan de Guadalupe y con la Constitución de
1917
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